¿Conoces el trabajo de Azul, nuestra organización miembro de Marruecos? Entrevistamos a una de sus fundadoras, Amina Amharech, quien nos compartió la historia de la organización, sus principales áreas de trabajo y las estrategias que adoptan para enfrentar los desafíos. Para saber más sobre Azul, lea nuestro artículo sobre una de sus mejores prácticas de resiliencia.
¿Puedes contarnos brevemente la historia de la organización?
En 2012, algunos amigos y yo éramos miembros de un grupo de Facebook dedicado a la poesía Amazigh, que es un elemento esencial de nuestra cultura. La poesía es para nosotras/os un medio para expresarnos y describir nuestra vida, nuestras condiciones socioeconómicas y nuestra cosmovisión. Lamentablemente, cada vez que intentábamos discutir un tema y analizar los textos para entender sus contextos, el administrador del grupo de Facebook decía: “No digas eso, porque eso es político”.
Había mucha censura, así que en 2013 decidimos dejar ese grupo y crear otro en el que cada persona Amazigh pudiera venir, compartir, debatir, decir lo que piensa sobre la situación actual y contar sus historias, así como las historias de sus comunidades y familias y de las tribus.
A partir de ese momento empezamos a realmente analizar la situación, las condiciones, los hechos históricos y los fenómenos socioeconómicos que nos afectan. También comenzamos a hablar de por qué los Amazigh nos sentíamos mal con nosotras/os mismas/os y por qué hay tanta discriminación, pobreza y exclusión socioeconómica de las y los Amazigh que viven en las montañas y en el campo.
También hablamos de la colonización, de lo que trajo el Protectorado sobre Marruecos en términos de organización administrativa y cambios en la legislación, ignorando las leyes Amazigh, y de cómo fuimos despojadas/os gradualmente de nuestras tierras a través de leyes extranjeras.
Luego planteamos la cuestión de nuestra responsabilidad, es decir, cómo nosotras/os del pueblo Amazigh debemos reaccionar y qué podemos hacer contra esta exclusión y discriminación. A través del grupo realizamos campañas de solidaridad con comunidades que estaban pasando por dificultades y campañas de resistencia de los saberes ancestrales, entre otras acciones en las que cada persona ayudó con lo que pudo.
En 2016, fui a Ginebra para participar en el Mecanismo de Expertos de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (MEDPI/EMRIP) e hice declaraciones sobre la situación de los Amazigh en Marruecos tal como la entendíamos colectivamente en el grupo.
Llegamos a la conclusión de que las leyes nacionales no podían proteger al pueblo Amazigh y, por tanto, teníamos que buscar otro enfoque. Elegimos el camino de las Naciones Unidas y la defensa de derechos a nivel internacional.
A partir del grupo de Facebook, pasamos a funcionar como una red Amazigh donde había personas con roles institucionales con las cuales organizamos conferencias, reuniones y acciones conjuntas, pero también activistas de base sin rol institucional que deseaban defender su identidad y sus derechos de la mejor forma posible.
¿Cuáles son las principales líneas de trabajo de la organización?
Las principales áreas de trabajo de Azul surgen de las reflexiones realizadas por el grupo y las prioridades que surgieron del mismo.
Hay temas principales, como el derecho a la tierra y a los recursos naturales, que son elementos esenciales para las y los Amazigh como pueblo indígena. Pero también hay otros igualmente importantes, como hacer frente a la discriminación lingüística, la marginación socioeconómica, la falta de acceso a la salud y a la educación, la denegación de los registros de nacimiento con nombres Amazigh, el aislamiento… Todas consecuencias de leyes nacionales de inspiración colonialista y neocolonialista.
Los problemas que enfrentamos son acumulativos y están interconectados. Una persona Amazigh cuya tierra ha sido expropiada es una persona desarraigada y una víctima vulnerable de la asimilación forzada.
Por supuesto, siempre que hablamos de los derechos del pueblo Amazigh, hablamos de las mujeres, que están en el centro de nuestros derechos colectivos, y de los jóvenes, que son nuestro futuro. Las mujeres son las más afectadas por las consecuencias de las políticas pasadas y actuales y por la discriminación institucional, religiosa y socioeconómica.
Nuestra red cubre prácticamente toda la región de Marruecos, pero entre nosotras/os también hay Amazigh de Túnez, Argelia, Libia y de la diáspora, así como amigas y amigos extranjeras/os que apoyan nuestra causa.
Algo que es muy importante para nosotras/os es seguir escuchando a las comunidades y asegurarnos de que nadie se sienta sola/o o aislada/o. El colonialismo siempre se ha construido sobre el principio de “divide y vencerás” y debemos permanecer unidas en solidaridad unas con las otras y en torno a nuestra causa.
Cuando las comunidades están aisladas y la información no circula, las personas pueden ser expropiadas en un tiempo récord. Nuestro papel en Azul es mantenernos informada/os por los miembros de la red y procesar la información recibida antes de publicarla para movilizar la opinión pública o utilizarla en la incidencia política.
Además de utilizar las redes sociales, que nos permiten comunicarnos y mantenernos informadas/os, en ocasiones viajamos y salimos a visitar comunidades. Mientras tanto, permanecemos vigilantes y preservamos nuestra seguridad, lo cual es una enorme responsabilidad.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta Azul y cómo resisten y se organizan?
Como ocurre con todos los pueblos indígenas del mundo, los desafíos enfrentados por Azul y por el pueblo Amazigh son múltiples. Porque cuando hablamos de tierra hablamos de empoderamiento, de derechos socioeconómicos, de preservación de conocimientos, de tradiciones, de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), de cambio climático, de ecosistemas, de biodiversidad, de desplazamientos forzados e inmigración.
Para comprender los desafíos, debemos ver las cosas desde un punto de vista global y multidimensional. Cuando hablamos de pérdida de derechos sobre tierras y territorios, esto implica inevitablemente la pérdida de formas de vida, cultura, lengua y también la pérdida de identidad.
Sin el derecho a gestionar nuestros recursos naturales, no podemos ser económicamente autónomas/os, ni garantizar la sostenibilidad de estos recursos, que están en peligro de extinción.
Nos enfrentamos al cambio climático y a las consecuencias de las actividades extractivas y de las políticas públicas agrícolas que consumen mucha agua y, sobre todo, de las leyes colonialistas que nos desposeyeron durante más de un siglo y dañan el funcionamiento de la sociedad Amazigh, que es tradicionalmente matriarcal.
Muchas cosas se han perdido en nuestra cultura, como los conocimientos tradicionales y los sistemas de gobernanza y gestión del pueblo Amazigh. Y entre las formas de resistencia para afrontar estos desafíos, consideramos fundamental practicar la solidaridad, que es uno de nuestros valores.
A través de Azul organizamos operaciones y campañas solidarias para apoyar a comunidades en situaciones difíciles y también para revivir conocimientos ancestrales como el trabajo con la lana y la “Tiwiza” (trabajo comunitario) en el campo, ayudando a pequeñas/os agricultoras/es a preservar semillas endémicas y evitar los transgénicos.
Otro desafío importante es la seguridad de las comunidades y la protección de las y los defensoras/es de los derechos humanos. Desde la pandemia, hemos visto un retroceso en materia de derechos humanos que pesa mucho en nuestra vida diaria.
Todos estos desafíos no nos desaniman. Nos permiten tener aún más fuerzas para seguir luchando por nuestros derechos y no dejar como legado a nuestras/os hijas/os los mismos traumas que vivimos. Esta esperanza de una vida mejor para las generaciones futuras nos mantiene vivas/os y es nuestra fuerza motriz.
Gracias a nuestra incidencia internacional, pero también gracias a los valores transmitidos por Azul y todos sus integrantes (los “Azuliens”), hoy tenemos muchas/os amigas/os de todo el mundo que se solidarizan con nosotras/os, valoran lo que hacemos, nos apoyan y respetan nuestra lucha.
Esta solidaridad también es muy importante para nosotras/os. Somos un pueblo pacifista y nos solidarizamos con todas las personas de la Tierra que viven lo mismo que nosotras/os. Nuestras condiciones nos acercan a otros pueblos indígenas de todo el mundo, a quienes nos unimos para defender sus derechos a nivel global. A pesar de las diferencias de idiomas, regiones, religiones, colores, países, etc., enfrentamos problemas similares a los de otros pueblos indígenas.
El último desafío está vinculado al contexto postpandemia de Covid, cuando vimos la regresión de los derechos de los pueblos indígenas, pero también de todos los derechos humanos y comunitarios. Una crisis combinada con la crisis económica que enfrentan las familias. Esto lleva inevitablemente a muchas personas a volverse cada vez más discretas y tratar de pasar desapercibidas. La gente teme por su seguridad y lo entendemos muy bien.
Para afrontar todos estos retos, trabajamos duro en la creación de redes. Hoy tenemos fuertes alianzas internacionales y buenas relaciones con otras organizaciones. También ponemos nuestro conocimiento y experiencia a disposición de otras organizaciones e investigadoras/es universitarias/os que estudian temas que nos interesan.
Por ejemplo, trabajamos en asociación con la plataforma Traab, liderada por la doctora en sociología Soraya El Kahlaoui, quien desarrolla un importante trabajo en temas de tierra. En este proyecto, que consiste en una aplicación para mapear casos de expropiación, recopilamos información sobre conflictos de tierras para identificar comunidades afectadas, mapear el problema de manera integral y amplificar las voces de las comunidades desplazadas. De esta manera, abordamos el problema de la falta de datos sobre el tema y permitimos que las mujeres, en particular, hagan escuchar sus demandas.
También contribuimos con información a relatoras/es especiales e informes nacionales e internacionales, como el Examen Periódico Universal (EPU) de las Naciones Unidas, con aportes sobre los derechos del pueblo Amazigh.
Estos informes son una excelente alternativa ante la falta de recursos financieros y nos permiten mantenernos conectadas/os, activas/os y proactivas/os, evitando tanto tener gastos como poner en riesgo a personas defensoras de derechos humanos. No olvidemos que nuestra hermana Kamira Nait Sid sigue encarcelada en Argelia por defender la causa Amazigh.
Para prevenir este tipo de incriminaciones abusivas nos remitimos a la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, que hasta la fecha es el único texto legal global que defiende nuestros derechos, además del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Recomendación General 39 de la CEDAW para mujeres y niñas indígenas.
¿Cómo la Plataforma Feminista por la Tierra y los Territorios contribuye al trabajo de Azul?
Por supuesto, así como hay desafíos, siempre hay oportunidades, como ser parte de redes y plataformas internacionales que nos dan visibilidad y nos permiten conocer otras organizaciones que viven los mismos problemas y con quienes intercambiamos conocimientos, experiencias y buenas prácticas.
Azul se unió a su primera red internacional, la International Land Coalition/Coalición Internacional para el Acceso a la Tierra (ILC), en 2018. Cuando me hice parte del consejo global, conocí a Patrícia Chaves, de Espaço Feminista (Brasil). Esto nos permitió debatir la cuestión de género y los derechos de las mujeres a la tierra y los territorios.
Reflexionamos mucho desde nuestra perspectiva como mujeres que trabajamos con las comunidades y conocemos la lucha diaria, y sobre cómo brindar soluciones concretas para quienes viven las mismas situaciones que nosotras.
Así nació la Plataforma Feminista por la Tierra y los Territorios (FLP), para convertirse en un espacio que respete este enfoque “de abajo hacia arriba”, que pocas veces se respeta en el mundo. Generalmente las decisiones no se toman a nivel comunitario, sino que las dictan organizaciones muy grandes o a nivel global, lo que distorsiona la lógica. Hemos querido cambiar eso.
Hoy la FLP es una concreción de esta nueva forma de ver los problemas de las mujeres en el contexto de la justicia de género y los derechos a la tierra para mejorar las condiciones socioeconómicas de las mujeres: es una demanda política para, por y con las mujeres.
La Plataforma también nos ha brindado un espacio que pone en valor nuestra experiencia. Azul está más enfocada en el trabajo de incidencia a nivel internacional, ya que las leyes nacionales no nos protegen. Desde 2016, hemos adquirido y desarrollado un conjunto de mecanismos y conocimientos en materia de legislación, derecho internacional y medios para proteger y defender los derechos de los pueblos indígenas y de las mujeres a la tierra, los territorios y los recursos naturales en un contexto de inmigración y cambio climático.
Ponemos este conocimiento al alcance y al servicio de nuestras hermanas de la Plataforma Feminista por la Tierra y los Territorios, pero al mismo tiempo aprendemos mucho de ellas, porque cada organización tiene un área de especialización. Nuestra riqueza proviene de nuestras diversidades, que están llenas de similitudes entre los problemas que enfrentan los pueblos originarios.
Azul se enorgullece de ser miembro fundador de la FLP, de compartir su visión y trabajar por sus objetivos de justicia y equidad en los derechos en general y en los derechos a la tierra en particular. La tierra y las mujeres son muy importantes en la cultura Amazigh; de hecho, la misma palabra, Tamazighte, significa tierra, lengua y mujer. Esto demuestra que tenemos todo el espíritu de la Plataforma Feminista por la Tierra y los Territorios en nuestra cultura y esto es simplemente extraordinario para nosotras/os.
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